El culín de sidra: pequeño en tamaño, gigante en historia

 
🍏Te voy a decir una cosa: el culín de sidra es como esos buenos momentos de la vida… breve, pero intenso.

Cuando te lo sirven en Chigre, no es un simple vaso con un poquito de líquido amarillo; es un ritual, casi un guiño entre el camarero y tú.

Imagen en formato 16:9 que muestra, en primer plano, el título en letras blancas sobre un fondo desenfocado. En segundo plano se aprecia el momento de servir sidra desde una botella verde a un vaso, con tonos cálidos y ambiente acogedor que evocan la tradición sidrera asturiana.


Primero, el espectáculo: botella en alto, vaso abajo, y ese chorro fino que parece que va a fallar… pero no, cae justo donde tiene que caer. Si lo miras bien, hay un segundo de suspense, como cuando va a entrar el gol en el último minuto.


Después, el olor: manzana fresca, un puntito ácido que te hace salivar. Y en ese momento ya sabes que no vas a dejar el vaso encima de la mesa. Porque el culín no se guarda, no se guarda nunca. Se bebe de un trago, con decisión.


Y ahí está la magia: dura tres segundos en la boca, pero deja un recuerdo que se queda mucho más tiempo. Y mientras otro camarero ya está levantando la botella para repetir la jugada, tú sonríes, miras a los que tienes al lado (amigos, desconocidos, da igual) y piensas:


"Esto… esto es lo que significa estar en casa, aunque estés a kilómetros de Asturias."


Así que la próxima vez que te pongas delante un culín, no lo subestimes: es pequeño, sí, pero lleva siglos de historia, de encuentros y de brindis escondidos en cada gota.

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